Un paseo por la Feria del Disco y el Coleccionismo de Santander

Como en la canción de Los Flechazos, a la Feria del Disco de Santander «ni la lluvia la podrá detener»; y eso que los dieciséis expositores que participan este año, además del equipo de Los Huesos de Portobello, la productora musical que se ocupa de organizarlo, debieron de sufrir sudores fríos en las primeras horas del jueves, cuando una tormenta especialmente violenta colapsó la ciudad, con escenas dantescas que mostraban la fuerza del agua.

Por fortuna, no hubo grandes daños ni pérdidas materiales y las inundaciones respetaron las casetas ubicadas en la plaza de Alfonso XIII. Y es que, un agosto más, es posible que haya más joyas en Farolas que en toda la calle Lealtad. Basta con darse un garbeo por alguno de los puestos, y fijarse en los discos resaltados, los que escapan de las gavetas y lucen orgullosos en las paredes, como los cuadros que cuelgan en los museos. Desde el plátano de Andy Warhol para la Velvet Underground hasta el rediseño de Pepsi que ideó Javier Aramburu para el ‘Pop’ de los Planetas –aunque en esta ocasión se trate de la reedición de 2024–, por treinta eurillos, lo mismo que piden por el primer single de Los Nikis o los singles de Cooper, puede uno llevarse a casa una obra de arte. Y hasta escucharla, si es que le apetece o tiene tocata, porque quien se lleva de la feria vinilos aunque no tenga giradiscos.

Aunque este año parece que la fiebre es el compact disc. El cedé, que era tecnología punta allá por los años noventa, y de pronto se convirtió en una antigualla con la llegada de los ipods y el mp3, y al que creíamos prejubilado en la era de las plataformas digitales, condenado a servir para espantar pájaros en los campos, resulta que de pronto es objeto de deseo para toda una generación apenas lo conoció en la primera infancia, en la segunda edad de oro del pirateo, la de los compactos para el coche. Curiosamente, dando el relevo a la moda de las últimas ediciones, en las que eran los cassettes las piezas a reivindicar. Mecánicamente tal vez más atractivos, pero técnicamente muy inferiores, en cuanto a practicidad y a calidad de sonido. Eso sí, sin la gracia de poder utilizar un boli –pero Bic, ¿eh?– para rebobinar la cinta. El dato sorprendente es que los visitantes, y además compradores, de la feria, son cada vez más jóvenes, mucho más de los que se puede uno encontrar en cualquier concierto de rock; con diferencia, el género mayoritario en las casetas y en las bolsas de compra. Curiosidad que confirman desde la productora Los Huesos de Portobello: no hay relevo generacional, el público de la música en directo tiene más de treinta y cinco años, pero el año que viene tendrá más de treinta y seis.

Misterios, pues, del coleccionismo, en una feria –su nombre oficial es ‘Feria Internacional del Disco y el Coleccionismo de Santander y Cantabria’– en la que cada vez cobran más peso contenidos aledaños a lo musical; por supuesto, no faltan las chapas, los posters o los parches con nombres de grupos, pero otras artes como el cine amplían el contenido de una feria hace tiempo ya que trascendió el mero fenómeno musical. Con un stand completo, Moby Disc, dedicado al cine en formatos DVD y Blu-Ray, además la exposición de este año se ocupa precisamente de eso, del coleccionismo alrededor del séptimo. Toda una tentación para los más fetichistas, que pueden disfrutar de lo lindo: bustos de Boris Karloff, Bela Lugosi y el Joker de Joaquin Phoenix, carteles de época de clásicos de serie B como ‘La invasión de los ultra cuerpos’ y ‘Taxi driver’ o modernos como el de ‘The boys’ para Amazon Prime, cartelería de ‘El señor de los anillos’ y hasta fotos dedicadas de Tippi Hedren en ‘Los Pájaros’ los protagonistas de la serie ‘Perdidos’. Y todo a la venta.

[Publicado en El Diario Montañés el sábado 22 de agosto de 2025]

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