Marco, ¿de qué planeta viniste?

Aunque la revolución en el once nos tenía despistados, nadie cayó en la cuenta de que el arma secreta era un Sangalli en estado de gracia 

Ahora diremos todos que lo teníamos muy claro y ya lo habíamos visto primero, pero que levante la mano el que no pensara que el once que alineó ayer José Alberto no tenía algo de toque de atención y rapapolvos tras el papardón mayúsculo de la jornada pasada. Y nos gustara más o menos la alienación, la decisión del míster suponía una revolución, y no pequeña. ¿Renunciar a tu jugador franquicia? ¿Y el goleador de suplente? No me negarán que un poco inquietos sí que estábamos todos. Porque una cosa es que Jeremy sea un delantero prometedor, y además resolviera la papeleta en Almería, y otra dejar a Villalibre lijando banquillo. 

Sin embargo, en este juego las cosas no dependen de lo que parece antes de empezar, sino de cómo terminan. Porque lo cierto es que el asunto no comenzó precisamente bien, porque el Racing no parecía el mismo. O bueno, en cierto modo sí, porque últimamente se ha vuelto costumbre desperdiciar las primeras partes. De hecho, se diría que el equipo había perdido su identidad; por fortuna, la mejor noticia fue mantener la portería a cero. En especial, porque Jokin Ezkieta sí que volvió a ser el mismo. Es decir, a estar espectacular, con intervenciones de ‘valor de gol’. Y hasta con la suerte de cara, como cuando en la segunda parte un disparo local tocó los dos palos y finalmente no entró. En fin, que sería por el cambio de cromos, o porque Iván Ania habría preparado con especial cuidado este encuentro contra su antiguo equipo, buscando hacer buena la maldición del ex, pero durante el primer tiempo todo apuntaba a que el Racing iba a tener que ceder el liderato en el Nuevo Arcángel.

El caso es que, como ya estamos acostumbrados, los racinguistas estábamos expectantes en la reanudación, seguros de que los verdiblancos –o bueno, naranjiazules o como sea esa tercera equipación tan exótica– saldrían mucho más entonados y, sobre todo, de que la doble uve –Vicente y Villalibre– saldrían con la escopeta cargada, dispuestos a reivindicarse, y acabarían pasando por encima del Córdoba.

Pero con lo que nadie contaba es con que José Alberto ya tenía sobre el campo lo que necesitaba para poner el partido patas arriba y a los racinguistas dando piruetas. Y es que el arma secreta del Racing no era ninguno de los fichajes, ni las figuras de relumbrón. Ni mucho menos. Resulta que la gran estrella del partido sería el más inesperado: Marco Sangalli.

Quizás el quince no parezca el más virtuoso ni el más mediático, y su fuerte sea un derroche físico y una entrega encomiables pero ayer es que se coronó como un grande del racinguismo con una jugada de fantasía, de esas que se recuerdan para toda la vida. Con las que los futbolistas sueñan toda su vida y ponen a los aficionados a su vez a soñar con milagros.

La jugada de Sangalli, con varios recortes dentro del área, fue de dibujos animados, y la hizo todavía mejor Andrés Martín, que es el más listo de la clase –otra vez volvió a forzar una expulsión apurando un contragolpe, jugada con marca registrada–, marcando el primer gol y abriendo el camino hacia una victoria que, al final, acabaría escapándose. Pero en cualquier caso, la jugada fue estratosférica, a cuenta de un Sangalli que ya nos explicarán de qué planeta salió.

Pero es que además sería él quien firmara el segundo gol, de nuevo con Andrés Martín como compinche. A Sangalli van a tener que sacarle un cántico chulo porque cada vez es más protagonista en este equipo.

Lástima, eso sí, que al final quien se tomó la venganza del ex fue un Rubén Alves que no se sabe por qué dejó el club. Forzó un penalti que supuso el empate final, que supo a poco después de haber tenido una ventaja de dos goles. Pero no empaña la jugada de Marco.

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